En un mundo raro

En un mundo raro, los partidos políticos lograrían una movilidad social enriquecedora del desarrollo nacional, propiciando una verdadera participación de cada uno de los ciudadanos dejando de lado el  intrascendente intercambio de votos por dádivas, favores, regalos, despensas y boletos para eventos públicos efímeros que solo benefician muy parcialmente durante la duración de una campaña política, cuyo resultado es el empoderamiento vil y superfluo de un solo individuo y su séquito de seguidores, quienes en muchos de los casos varios de ellos resultan improductivos para la sociedad que les dio la oportunidad de ocupar un cargo en la administración pública y cuyo único talento es el de ser seguidores atendiendo ordenes y antojos de lo que erróneamente puede calificarse como líder.

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En un mundo raro, los círculos cercanos de amigos y compadres de candidatos electos se presentarían como profesionales preocupados por la productividad y el uso eficiente de los recursos públicos así como de su propio desempeño eficiente en el cargo que ocupa, raro aún sería que dejaran atrás las costumbres de ocupar sitiales que nada tienen que ver con su carrera profesional y de los cuales no poseen conocimiento ni experiencia alguna.

En un mundo raro, los partidos políticos formarían miembros conscientes de los retos nacionales, miembros preparados, formados y proactivos no solo en la búsqueda mediocre de la elección del candidato nombrado, en ese mundo raro se emplearían más que personas que agiten banderas y peguen engomados, se movilizarían grupos de profesionistas preparados en sus ramos  y además formados políticamente para ser lideres de opinión y cambio para sus entornos.

En un mundo raro, los partidos políticos permitían que los jóvenes talentosos alcanzaran oportunidades en la administración pública y en las dirigencias internas y no solo funcionando como borregos para engordar el caldo de alguien más que posteriormente se «alzará el cuello» narrando comidas y eventos, y pequeños y pusilánimes triunfos electoreros como un triunfo de autoría propia.

En un mundo raro se competiría con talento y preparación, con capacidad de razonamiento y emprendedurismo social por posiciones de poder, para ser utilizado en beneficio común y no solo como fuente de ingresos para vidas ostentosas.

En un mundo raro, los miembros de partidos políticos cambiarían la eterna disciplina política por liderazgo personal y proactivo, diligencias propositivas y productivas no solo para el partido sino para la sociedad en general, en ese mundo raro no se conocerían las campañas mediocres y ridículas en las que las mañas pueden alcanzar lo inverosímil para tratar de posicionar un individuo caricaturesco y con un pasado manchado y poco claros, las campañas serían bien organizadas con poco dispendio de recursos y presentando propuestas viables y un contacto permanente con la ciudadanía hasta el día en que el electo finalice su gestión.

En un mundo raro la preparación para las campañas incluiría capacitación y formación política y social, fomentando la capacidad de resolución de problemas, retos y sustentabilidad de actividades que tengan objetivos concretos, trabajando por resultados y siguiendo estrategias bien definidas.

Los promotores del voto sabrían defender los planteamientos de sus candidatos basados en conocimientos y formación bien planeada y no solo arrojando argumentos promulgados por el amarillismo, el atractivo físico de un candidato o las redes sociales y los videos virales que alegan decir la verdad.

Claro, esto solo en un mundo raro.

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