El cambio que queremos

Al final del siglo XX, después de dos crisis económicas, una revolución armada, un conflicto guerrillero impulsado por el fanatismo religioso,  la institucionalización de las causas de la revolución, una represión y matanza estudiantil, la caída de un sistema que evidenció la democracia simulada y la “dictadura perfecta”, y por supuesto de setenta años de gobierno por un el partido hegemónico; México y su pueblo siguen esperando un cambio.

El cambio que en el proceso electoral se cantaba en los cuatro puntos cardinales de la geografía mexicana durante la campaña presidencial del partido derechista mexicano; Acción Nacional  y que ante los ojos de muchos el más importante logro que emergió del cambio de colores en el poder, era solo eso cambio de partido y, es necesario reconocerlo, mayor apertura a la crítica y la libertad de expresión.

El cambio siguió formando parte del juego de palabras propagandístico electoral del partido blanquiazul así como de las huestes izquierdistas y su abanderado en las elecciones de 2006. Hoy en el proceso electoral más observado por la ciudadanía y la comunidad internacional, esta palabra continúa formando parte nuclear de la propaganda proselitista de los contendientes a los cargos de elección popular. La izquierda lo llama “Cambio Verdadero”, el partido otrora hegemónico también hace uso de la palabra cambio en sus spots de radio y el partido en el poder cambió dicha palabra por “Diferente”, como queriendo deslindarse de los malos resultados de doce años de improvisaciones y ausencia de un proyecto de nación emanado de un partido unificado y sólido.

 

La pregunta crucial es: ¿cuál ese cambio que tantos mexicanos esperamos?

¿Un cambio de partido?
¿Un cambio en la democratización de la economía?
¿Un cambio de maestros o de escuelas, o de sistema educativo?
¿Un cambio a un gobierno que dé y reparta a diestra y siniestra?
¿Un cambio de color en el gobierno?
¿Un cambio de pensamiento y actitud del pueblo y los representantes México?

México, sus instituciones, su empresas y sus servicios y las instituciones y leyes que deberían regular la competencia y el derecho de sus consumidores, los partidos políticos, la eficiencia de los servicios e infraestructura pública, los endeudamientos, los niveles de competitividad y la calidad de la educación en todos los niveles, el ahorro y la visión de futuro, la eficacia de los gobiernos, la reducción del gasto corriente y el dispendio de recursos por parte de servidores públicos; todo ello no cambiará mientras cada mexicano no cambie su pensamiento, actitudes y aptitudes.

Mientras no pase del “así es México” al “podemos estar mejor”, de la copia en el examen y la liberación del servicio social al estudio esforzado, la investigación y el cumplimiento de las reglas establecidas. Mientras no hagamos la indiferencia a un lado sobre los asuntos que a todos como ciudadanos, con derechos y obligaciones, nos afectan. Mientras conservemos la frase “ya sabemos quién va a quedar” y no nos demos cuenta de que no quedan, sino que elegimos a los representantes del pueblo. México va a seguir igual mientras que no entendamos que no somos súbditos, somos ciudadanos y que los servidores públicos electos están a nuestro servicio y no nosotros al suyo. Mientras no dejemos de criticar lo que hace el adversario político pero hagamos lo mismo en el partido al que pertenecemos otros. Mientras critique que es malo votar por Peña Nieto por ser guapo y pregone que lo mejor es votar por Josefina porque con ella “Ser mujer en México va a ser diferente”.

Seguiremos igual mientras no tomemos libros, mientras no razonemos las notas de los medios impresos, auditivos y digitales. Mientras sea más importante un reality show que el endeudamiento público y las ausencias en las cámaras legislativas. Mientras sigamos creyendo que unos somos víctimas de otros, esa victimización tan característica del mexicano, el cholo, el chico banda, el anarquista, el darketo, el campesino, el empleado. Mientras sigamos metiéndonos en las filas, tirando basura y reclamando fallas en el sistema hidrosanitario, mientras contaminemos nuestros recursos naturales y culpemos a los gobiernos de no limpiar, mientras en el tráfico pretendamos tener preferencia sobre el peatón.

Mientras sigamos creyendo que el individualismo es mejor que la acción colectiva, que necesitamos a un tlatoani que guie nuestros pasos y pensamientos para un mejor porvenir, mientras no nos demos cuenta de que el cambio está en todos y cada uno de los ciudadanos del país con más biodiversidad que cualquier otro en el mundo, con recursos energéticos que otros países ambicionan, con recursos turísticos inimaginables, diversidad cultural y mano de obra calificada, creativa y tenaz, con jóvenes que sueñan y emprenden, y con una necesidad inexorable de salir del estancamiento en que se encuentra.

Ningún individuo cambiará a México con una vara mágica, los ciudadanos tenemos que contribuir a la colectividad y al a movilidad social, exigir una democracia participativa y representativa, en la que podamos elegir pero también remover, aceptar pero también influir en las decisiones gubernamentales, consumir pero también ser protegidos ante los abusos de los prestadores de servicios.

El cambio verdadero, el nuevo cambio que el PRI anuncia y esa diferencia que pretende deslindar al partido blanquiazul de sus malos resultados, está en quienes trabajamos a diario, pagamos impuestos y gastamos en trasladarnos al trabajo, quienes no recibimos recursos para gestión y gastos de transporte, quienes tratamos de emprender pero los impuestos nos asfixian, de quienes tratamos de generar empleo pero la burocracia nos lo dificulta.

México cambiará el día en que no solo los políticos, sino todos los mexicanos nos demos cuenta de nuestro potencial y decidamos rectificar el rumbo sin esperar a que otro lo haga por nosotros.

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